viernes, 7 de marzo de 2008

Te veo...

Te veo a pocos metros de mí, pero siento que tienes el alma a años luz de distancia. Trato de leer en tus ojos lo que piensas, pero ellos casi nunca dicen nada. Nadie como tú para enseñar con el ejemplo eso de "la procesión va por dentro".

Trato de recordar otros tiempos, cuando tu risa fácil era tan común que no nos dábamos cuenta de que estaba ahí, ni advertíamos lo que valía. Se le extraña tanto.

Tanto dolor ha pasado que ya pesa sobre tus espaldas. Es tanto el sufrimiento que debes haber llegado a ese punto en que no puedes llorar simplemente porque se te acabaron las lágrimas. Y me siento inconmensurablemente avergonzada por perder la paciencia contigo, y más avergonzada aún porque no tengo el más mínimo reparo en hacértelo notar. Y tú, siempre con la comprensión y la sabiduría infinitas que solamente tienen los que han sufrido tanto como tú, no dices nada, guardas silencio, no reclamas, aceptas todo.

No es justo. No es justo tener alguien así de admirable tan cerca y perder la paciencia ante tus preguntas y tus pedidos de ayuda con cosas triviales.

Alguna vez vi una película cubana que se llamaba Nada... nada del otro mundo en verdad, salvo por una frase genial que hizo que verla valiera mil veces la pena: solamente quien ha llorado entiende las lágrimas ajenas. Yo, que he llorado, debería entender tus lágrimas, las que derramas por dentro, las que no salen... pero que siempre veo porque están ahí.

Trato de recordar otros tiempos, cuando tu risa fácil era tan común que no nos dábamos cuenta de que estaba ahí.

Se le extraña tanto.

De verdad que si.

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